Réquiem por mi padre
- Dan Domer
- 5 ene
- 1 Min. de lectura
Actualizado: 5 abr

Desde hace 11 años, el recuerdo de mi padre se vuelve una mezcla intensa de emociones.
Cada 2 de enero, en su cumpleaños, siento un profundo vacío, como si su risa todavía pudiera llenar la habitación. La tristeza me envuelve al recordar los detalles que nunca volverán, las celebraciones y los buenos momentos que nunca haremos juntos.
Sin embargo, en medio de la melancolía, hay un destello de alegría. Revivo las enseñanzas y los valores que me dejó, los instantes de complicidad que aún perduran en mi memoria. Celebrar su vida se convierte en un acto de bondad, donde cada lágrima es también un homenaje a su legado.
A pesar de la ausencia, encuentro esperanza. Cada año que pasa, el dolor se transforma en gratitud y aprendizaje. Cada 2 de enero, en su honor, elijo recordar sus sonrisas, su sabiduría y el amor que siempre nos unirá, más allá del tiempo y la distancia.
Goodbyes aren’t forever ✨









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